¿Qué es el raspón y para qué lo utilizamos?

Esta enorme montaña de deshechos que podéis ver en la imagen son restos de uva con los que elaboramos nuestro propio abono o compost vegetal.

Lo primero que hacemos con los racimos que han pasado el examen de nuestra mesa de selección es despalillarlos. Se trata de una operación mecánica y relativamente rápida que consiste en separar los granos de uva del esqueleto del racimo. Aunque en la actualidad hay una cierta vuelta a las elaboraciones con racimos enteros, el despalillado es una práctica habitual en vinos de calidad para evitar que ese esqueleto o parte leñosa del racimo al que habitualmente llamamos raspón aporte sensaciones verdes o astringentes al vino.

El raspón es el esqueleto o parte leñosa del racimo

Lejos de ser un deshecho, el raspón resulta de gran utilidad en nuestra finca. Cada año lo amontonamos en el campo y volteamos cada cierto tiempo para aportar oxígeno. La acción de los microorganismos, hongos y bacterias aeróbicas van descomponiendo la materia vegetal al tiempo que liberan CO2, compuestos nitrogenados y energía en forma de calor. Los gusanos y las lombrices de tierra juegan otro importante papel: por un lado ingieren la materia orgánica, la metabolizan y expulsan para generar humus, y por otro favorecen la aireación gracias a las galerías que construyen en el interior del montón.

Sin embargo, este proceso lleva su tiempo. Para poder obtener un compost de calidad, que hoy en día es uno de los ingredientes fundamentales del cultivo ecológico u orgánico, tendremos que esperar unos tres años. Pero al final conseguimos un abono con gran riqueza de nutrientes que es un alimento vivo para el suelo.

Para elaborar un compost de calidad tenemos que esperar al menos tres años

Nosotros, sin embargo, lo utilizamos de una manera muy selectiva, fundamentalmente en parcelas muy pobres con gran proporción de arena en el suelo y poca capacidad de retención del agua y los nutrientes, como la que enseña nuestro enólogo Ángel Anocíbar en la foto. El compost ayuda a compensar estas carencias y dar un poco más de humedad a estos terrenos en los que la viña sufre especialmente en años secos y calurosos.

Esta tarea que tiene lugar durante el invierno no es la única “restitución” que hacemos a la viña de elementos que ella misma ha producido. Los sarmientos que resultan de la poda de las cepas los trituramos, los dejamos unas semanas en la viña y luego los enterramos. Alimentamos el suelo con sus propios frutos y, en cierta forma, cerramos un ciclo.